jueves, 20 de noviembre de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
jueves, 24 de julio de 2014
PENSAMIENTO INDIGENA VENEZOLANO
PENSAMIENTO INDÍGENA VENEZOLANO
¡Que hable el
Indio!
Los pueblos indígenas no
hemos tenido ni voz ni voto durante siglos. Todo el mundo sabe que somos los
pueblos dominados. Todo el mundo sabe que nuestras ideas no son las
dominantes. Frente a estas verdades tan
simples, tenemos que luchar por promover nuestras ideas y perspectivas.[1]
Emancipación mental.
Hay una
constante en la producción de] pensamiento venezolano: la dependencia de ideas
eurocéntricas. Desde la
Colonia rige esa norma: entonces, fueron los tomistas y
suarecistas de la Escuela
del Tocuyo; después, con Andrés Bello, el empirismo inglés y, con Simón
Rodríguez, le tocó el turno a Rousseau y los enciclopedistas. En el siglo XIX,
Venezuela seguiría dependiendo de la expresión conceptual importada. De modo
tal que continúa insatisfecha la exigencia que
formulara Leopoldo Zea, desde México, cuando reclamaba una «emancipación
mental» americana. En esa vía se encuentra el pensamiento indígena venezolano,
aún no ha podido deslastrarse de los intelectuales indigenistas, de la cultura
occidental que como la religión le fue impuesta en forma temeraria y
compulsiva. La cultura no es una sentencia; es una
herencia: los pueblos indígenas tenemos la obligación de magnificarla en el
pedestal de nuestra mayor riqueza. En Venezuela existe una
diversidad de movimientos políticos y sociales para reflejar el pensamiento y
el sentir de diferentes agrupaciones que actúan en el país, así como expresar
los contenidos y propuestas para llevar adelante un profundo proceso
transformador que Venezuela necesita y lo va viviendo día tras día. Nosotros
somos parte de este proceso, pertenecemos como ciudadanos venezolanos a un
amplio sector deseoso de participar protagónicamente, contribuyendo con ideas y
hechos originales y propios a plasmar el futuro de la Nación. Más que criticar o
adversar la situación actual que vive el país, nos interesa introducir y
fortalecer algunos elementos ya presentes en la Constitución
Bolivariana del 99, pero que hasta hoy no han recibido
suficiente atención. Somos definitivamente un país multicultural, pluriétnico y
plurilingüe.
En busca de nuestras
raices ancestrales.
Está basado
fundamentalmente en nuestras propias aspiraciones colectivas como pueblo, a
través de la educación o toma de conciencia de nuestros pueblos y la formación
de nuestras bases primigenias, principalmente en las comunidades, consejos de
ancianos, líderes y demás organizaciones
propias. Buscamos la pluriculturalidad,
el multilingüismo y la plurietnicidad. Esto es con el
fin de fortalecer los valores del pensamiento indígena como la identidad, la
memoria histórica, la conciencia de nuestras culturas, de nuestras
cosmovisiones y las leyes consuetudinarias que nos sustentan. Nuestro pensamiento se ha
venido construyendo desde abajo, contra el abuso de poder de los sectores
dominantes, al calor de la guerra coyuntural, en la lucha contra las
oligarquías, al fragor de las nuevas doctrinas de dominación, invasión,
imposición, despojo y etnocidio, que tienen asideros poderosos en los imperios,
iglesias, fundaciones, partidos políticos,
ong internacionales y los Estados. Pero la subordinación al
imperio, al sistema de gobierno de la clase oligárquica y de los Partidos
Políticos, profundizó la exclusión en todos sus géneros, lo que hizo que los
pueblos indígenas, se mantuviesen en una orfandad política, social y económica.
La culpa es de los pueblos
indígenas, de sus líderes y el
mestizaje exquisito, otorgamos espacios de discusión y aparecieron nuestros
voceros oportunistas. Las organizaciones
y sus líderes no tienen una estrategia y agenda política que discutir,
que negociar, que pactar, los lideres tienen como único tema el asunto del
dinero y de los viajes al exterior, esos líderes, capitalizan hoy en día la pobreza de esos pueblos, pero
para enriquecerse; una Contraloría Social Indígena, mandaría a muchos de esos líderes oportunistas al
Consejo de Ancianos, para la aplicación de la Ley Indígena por
traición a sus pueblos , a los indígenas, a su sufrimiento y la causa de la Indianidad.
El pensamiento indígena, está basado
en la cosmovisión, nuestros valores culturales, los principios y
enunciados de las aspiraciones colectivas de nuestros pueblos, para
compatibilizarla con los otros derechos, el conocimiento científico de la cultura occidental y el derecho
internacional, no queremos ser objeto de los derechos humanos, sino sujeto de
ese derecho, sin poner en peligro la soberanía del estado venezolano, como República
Bolivariana.
El
pensamiento indígena, fue uno de los temas más discutidos por
varias generaciones de intelectuales. La fundación de las repúblicas americanas
en el siglo XVIII, y sobre todo en el XIX, trajeron nuevos planteamientos,
porque aparecen temas de la identidad, pluriculturalidad, propiedad, territorios,
derechos originarios contra las repúblicas
nacientes y la nación como un todo, lo cual significó, entre otras cosas,
enfrentarse contra las oligarquías, los triunfadores de la independencia, los intereses económicos, las iglesias, los
imperios y los estados nacionales, ante graves problemas de exclusión y el no reconocimiento de la
presencia de culturas indígenas en esos territorios de los estados nacientes.
Simón
Bolívar, venia planteando la solidaridad con los pueblos indígenas, primero por
el bien de la humanidad, segundo porque tienen derecho a ello y tercero, porque
hacer el bien no cuesta nada y vale mucho, de manera que en el pensamiento indígena, se imprime la huella
intelectual del Padre de la Patria Grande y los fundadores de la Nación Indígena.
En
Venezuela las políticas públicas indígenas eran paternalistas y etnocentristas,
se reconocían la existencia de los pueblos indígenas, pero se les negaba sus
derechos originarios como pueblos. Se consideraban a los pueblos indígenas como
campesinos y vivían en orfandad jurídica, tutelado por el estado. La clase dominante, la guerra fría, los gobiernos de turno aliados con el
Imperio, hicieron que ver que las organizaciones de derechos humanos y de los
pueblos indígenas, eran el brazo
político y armado del comunismo. No querían ver renacer las cenizas de Emiliano
Zapata, Pancho Villa, Sandino, Che Guevara, Guaicaipuro y Mara entre otros. Es
necesario abandonar la política de dominación y exclusión social, porque de esa
concepción, no puede existir filosofía
indígena. La cultura occidental y sus intelectuales no podían, aceptar
que otras filosofías puedan alternar con ella y nos etiquetan, como pensamiento
religioso exótico, rebajándonos a pura cosmovisiones y pensamiento
mítico-religioso. La concepción occidental supercultural de filosofía, sólo
puede reconocer como filosofía las expresiones del pensamiento humano que
imitan la manera occidental y que salen de Europa.
En
Venezuela la presencia de pensadores
indígenas se vio desmotivada, por la ley
de misiones de 1915 y su reglamento de 1921. Los Vicariatos apostólicos, los
partidos políticos, las fundaciones indígenas y algunas ONG se encargaban de representar a los pueblos indígenas y
decidir sobre su destino. La finalización de la Guerra Fría, la caída
del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, permitió a los pueblos, aligerar el
principio de la libre autodeterminación.
En Venezuela, sin embargo los indígenas
materializan ese pensamiento con su música, danzas rituales y el sentido épico
en la rememoración de los antepasados y de los grandes hechos que hacían gloria
de la braveza de la resistencia cultural; ese pensamiento, ha quedado también reflejado en los petroglifos, la poesía oral y
ahora escrita, esa filosofía se iba pasando a través de la oralidad a las
generaciones de relevo, sin esa cosmovisión no hubiese sido posible llegar al
siglo XXI. Que el pensamiento cósmico de la vida
y del mundo que nos rodea, es la base sustantiva para comprender el pensamiento
indígena , el pensamiento del mismo
Indio, de la naturaleza y del universo, es la búsqueda, el reencuentro y la
identificación con nuestro glorioso pasado, como base para tomar en nuestras
manos la decisión del destino de los pueblos indios; -el pensamiento indígena
se nutre en la concepción colectivista y comunitarista, basada en la filosofía
del bienestar igualitario; Que la concepción científica india, define al hombre
como parte integrante del cosmos y como factor de equilibrio entre la
naturaleza y el universo, ya que de ello depende el desarrollo de nuestra vida
creadora en la tierra (Estatuto CISA, 1980).
La Declaración
de Quito –documento importante del
movimiento indio ecuatoriano simbólicamente anuncia que el encuentro de 1990
representa la conciencia de “500 años de Resistencia”. Los redactores de este
documento no anuncian explícitamente el indianismo como pensamiento político,
aunque asumen representar a 120 naciones, tribus y organizaciones indígenas de
20 países de América; existen fragmentos que permiten la definición del
pensamiento indio:
1. Nuestra
concepción de la tierra está
sustentada por la comprensión de que lo humano y lo natural es similar y a la
vez está interrelacionado.
2. Nuestras
formas políticas, económicas y productivas, todas son formas culturales y están
enraizadas y orientadas por el comunitarismo.
3. Además,
creemos que la propiedad de la tierra es colectiva. Cultivamos en comunidad y
distribuimos los frutos en comunidad.
4. Y además
creemos en la solidaridad, nuestros niños son de la comunidad.
Socialismo Indígena.
Según
Frank Bracho, - Carlos Marx
y Federico Engels, dijeron haberse
inspirado mucho en el estudio de lo indígena para su formulación del
socialismo. En esto, fueron históricamente más correctos y honestos que ciertos
ardorosos socialistas de hoy quienes dicen “que los indígenas fueron los
primeros comunistas-socialistas”. Para Carnero Hoke, - el socialismo
existió en la sociedad inca, pues señala que: nosotros los indios somos
socialistas auténticos, no por imitación extranjera, sino porque nuestros
abuelos lo fueron al plasmarlo y proyectarlo hacia el futuro, Luís E. Valcárcel
– decía que los indios necesitaban de su Lenin, pero refiriéndose precisamente
a que debería ser un Lenin indio, con ideas propias; igualmente José Carlos Mariátegui
– discutía la necesidad de incorporar el componente indígena en las
revoluciones de nuestros países. Alejandro Lipschutz, se preguntaba: ¿En dónde
está la causa última de la sujeción de unos hombres por otros: es biológica o
es sólo social? ¿Cómo eliminar esa causa para acabar con el efecto? La primera
respuesta se la dio Marx. La segunda, Lenin. Fue el método marxista el que lo
llevó hasta la génesis del señorialismo y fue la Revolución rusa la que mostró
el camino para liquidar ese señorialismo.
Según
Fausto Reinaga:
a) Nuestra
Revolución no es una “revolución
comunista” pro-soviética, pro-china o pro-cubana; no. Nuestra Revolución no
tiene ningún “pro”
b) Los indios no
somos “campesinos”
c) Nosotros somos
indios. Y nuestra Revolución es nuestra Revolución: una Revolución India [...] La
Revolución del Tercer Mundo es la última. Es ahora cuando: o triunfa o
desaparece el hombre. ¿Contarán
esos millones de indios en esta Gran Reforma Revolucionaria Social que América
del Sur prepara?
Estrategias
indígenas.
Las fortalezas del
pensamiento indígena, están en sus hijos, en sus pueblos, en las comunidades,
en la generación de relevo, en los
derechos indígenas constitucionales, en el liderazgo proactivo, leal y comprometido con la causa de la Indianidad
y con el destino de los pueblos indígenas, nosotros constituimos una cultura valiosa, llena de riquezas
espirituales y materiales, con un gran espíritu de solidaridad y nuestra solidaridad, es precisamente
dar lo que el otro realmente necesita y
no darle lo que nos sobra (limosna).
Nuestra identidad originaria, no está comprometida, si
asimilamos los aportes de otras culturas, como la asiática,
la africana o la europea, siempre hemos compartido la transculturación ; pero
debemos avanzar en la búsqueda de una mejor calidad de vida de nuestros
pueblos, con la garantía de la entrega de nuestros espacios originarios, el
reconocimiento de los derechos originarios y respeto de los derechos humanos e
internacional humanitario, del
cual somos sujeto y no objeto
como lo pretender visualizar algunas
organizaciones internacionales.Nos queremos que nos vean como sociedades indígenas, objetos
folclóricos en museos, en resguardos
indígenas, en cines, NO.
Queremos también disfrutar de las bondades y
los aportes científicos de las
otras culturas, pero no digan ahora que
somos un pueblo indígena consumista y
capitalista.
Véannos, como lo que somos: indígenas, pueblos,
ciudadanos y cultura original propia. No queremos que defiendan la
autodeterminación de nuestros pueblos, porque
respetan nuestras costumbres, el
idioma y la idiosincrasia particular de nuestra razón de ser, sino porque es un
derecho inalienable y universal de los pueblos indígenas de la humanidad.
Nuestra sobrevivencia
como pueblo no se negocia.
Bibliografía:
·
Galich; Manuel
(2004), Nuestros primeros padres, Fondo
Editorial Casa de las Américas, La Habana, Cuba.
- Landa Vásquez, Ladislao (2002), Pensamientos indígenas en nuestra América.
- Cnel. (GNB). José Antonio Uriana (2002) Análisis de los derechos constitucionales de los derechos de los Pueblos Indígenas de Venezuela. Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada Nacional. Mindefensa.
- Convenio Nº 169 sobre
pueblos indígenas y tribales
en países independiente (27 de junio de 1989). Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo. - Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (1999).Capítulo VIII De los derechos de los pueblos indígenas.
- La Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, Gaceta Oficial número 38.344, 27 de diciembre (2005). El instrumento legal está compuesto por nueve títulos, 27 capítulos y 158 artículos. Venezuela.
- Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas (29 junio 2006).Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
- Nuño Montes, Juan Antonio (2000). Pensamiento en Venezuela, de Gómez a nuestros días. Bitblioteca.
- Suaréz Salazar, Luís ((2006). Madre América. Un siglo de violencia y dolor (1898-1998). Editoriales de ciencias sociales, La Habana, Cuba.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
jueves, 17 de abril de 2008
LITERATURA WAYUU
Gabriel Alberto Ferrer y Yolanda Rodríguez Cadena. Estudios críticos y selección de textos. Barranquilla: Fondo de Publicaciones, Universidad del Atlántico, 1998.
Este libro hace parte de la Colección de Lingüística Pedro María Revollo, que con el sello de la Universidad del Atlántico, rinde homenaje a uno de los estudiosos más importantes de las expresiones culturales del Departamento del Atlántico y del mundo del Caribe colombiano, en general. El Padre Revollo fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia de Historia y autor de una variada producción intelectual entre la que merece destacarse “Apuntaciones sobre el lenguaje costeño en Colombia”. Otros hombres ilustres de la Costa Caribe prestaron su nombre a las diferentes colecciones de este mismo sello: José Félix Fuenmayor en literatura, Julio Enrique Blanco en filosofía, Armando Durán Gneco en ciencias naturales, Rodrigo Noguera en ciencias sociales y José H. Castillo en ciencias pedagógicas.
La publicación de esta obra Etnoliteratura Wayuu aparece validada por la razón académica de “difundir el conocimiento producido por las lenguas que se hablan en el área del Caribe colombiano” y la de apoyar el rescate de las fuentes documentales para su estudio. La comunidad Wayuu, integrada aproximadamente por 120.000 indígenas, tiene asiento en la Guajira colombovenezolana y posee una de las nueve lenguas de origen amerindio, presentes en el panorama lingüístico del Caribe colombiano.
El texto resalta la importancia de la tradición oral como empuje perpetuador de las prácticas culturales de la comunidad. Los autores tocan la aparente contradicción de la difusión escrita de una literatura que es fundamentalmente oral y aclaran la condición oral que sigue conservando esta literatura, más allá de su difusión escrita en textos como éste. En las comunidades indígenas, vivas como la wayuu, la oralidad es un fuerte mecanismo de cohesión evidente en la importancia de los papeles que cumplen los emisarios de la palabra: en el palabrero o pütchipü, definido por su habilidad con el lenguaje, el curandero o piache que ejerce la sanación por el poder de la palabra ritual y los contadores de historias o jaiechimajachi, que tienen el don del lenguaje de la poesía.
En esta relación entre la oralidad y las formas sociales tradicionales recordamos las notas de Paul Zumthor sobre la voz en las culturas africanas, en las que la palabra es la base del poder del jefe y de la política. En las culturas tradicionales como las africanas o las indígenas, el flujo de la voz se relaciona con el flujo del agua, de la sangre y de la esperma.[1]
En general, la cultura del Caribe colombiano, donde se asienta la comunidad wayuu, es fundamentalmente oral, no sólo porque allí se impone la utilización de la voz a la escritura sino porque los miembros de su cultura participan de una concepción del mundo que recurre ante todo al uso de la palabra oral para categorizar la realidad, y esta oralidad, como lo aclara Zumthor, va más allá de la condición alfabeta que pueda tener la mayoría de los habitantes.
Lamentablemente es muy rápido el paso por algunos puntos importantes y muchos comentarios se quedan aislados. El texto no profundiza el grado de articulación existente entre los relatos de escritores y la tradición wayuu. Sabemos que en la comunidad hay una tradición oral viva y rica en relatos de conocimiento colectivo, pero habría sido importante mirar la ligazón de las historias escritas con los cuentos tradicionales populares para determinar el cambio y permanecencia de elementos de la literatura oral tradicional.
Conocemos muy poco sobre el mundo wayuu, su cotidianidad, su cultura relegada, su economía maltratada y sus relaciones con el mundo del Caribe colombiano. Falta un acercamiento más detenido a esta cultura que nos permita enlazar los textos con los rasgos desconocidos de esta comunidad. Para el lector alijuna, una información básica sobre el proceso de desalojo y contaminación explicarían la insistencia de los textos en la lucha por la autonomía regional y por la defensa de sus valores.
Diversas partes componen la obra: primero un ensayo general sobre la poética y la creación estética en la cultura wayuu, después ensayos críticos sobre las obras y fragmentos de textos con materiales en castellano pero también en lengua uayuuunaiki. Hay un amplio panorama de representantes: Ramón Paz Ipuana, Ramiro Larreal, Atala Uriana, José Angel Fernández, Vito Apüshana, Miguel Angel Júsayu, Vicenta Siosi, José Antonio Uriana, Juan Pushaina, José Angel Fernández, Antonio Joaquín López, Glicerio Tomás Pana y Ramiro Larreal. Tampoco los datos biográficos resultan suficientes para iluminar los textos porque no contienen rasgos funcionales aclaradores.
Pero este señalamiento pretende marcar las limitaciones del receptor y no oscurecer el brillo de la obra. No se trata de una fría selección de literatura desconocida. En los resultados se siente el trabajo investigativo y el contacto con la comunidad. Los autores intentan buscar las claves de significado en los textos e incluyen abundantes fragmentos que nutren el análisis de la narrativa y la poesía wayuu y desde concepciones míticas indígenas encuentran enlaces de los temas y las formas con perspectivas universales de la literatura.
Tal vez resulte difícil con un primer trabajo cumplir el objetivo de “romper el canon de la literatura colombiana, conformado generalmente por autores y obras mestizas”, que los autores expresan en las primeras páginas, pero se trata sí de un aporte valioso a la difusión de la riqueza cultural de una comunidad, que merece ser conocida.
Consuelo Posada
Universidad de Antioquia
domingo, 3 de febrero de 2008
OBJETO DE FUNDATAWA
El Objeto de la Fundación indígena, es rescatar los aportes socioculturales de los pueblos indígenas al gentilicio AMERICANO, así como difundir y promocionar eventos nacionales e internacionales de la riqueza cultural de los pueblos ancestrales, tomando como marco teórico la Celebración del II Decenio de los Pueblos Indígenas, Decretado por la O.N.U.
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